Fue mi maestra de biología en el décimo grado. Su hijo fue descípulo de ambos, mi mamá y mi papá. Entonces yo era pequeñita. Recuerdo cómo, todas las mañanas iban ambos , madre e hijo, a la escuela. Eran el ejemplo vivo de amor entre un hijo y una madre. Ella era una maestra muy especial. Cuando llegó la unidad de estudiar la anatomía del sapo, yo tuve un trauma. ´´No te preocupes, Diana, el sapito no sufrirá, y podrás aprender cómo son la mayoría de los seres vivos por dentro.´´Eso no alivió mi sufrimiento. Misis Banuchi estuvo preparándonos toda una semana para el evento, tratando, como podía de hacernos ver que era necesario para la ciencia, y para la nota, el que abriéramos un sapito inocente para verlo por dentro. Para colmo, teníamos que buscarlo, atraparlo y llevarlo al salón. Tuve que atrapar al sapito la noche antes, pero de camino a la escuela lo dejé escapar. Ese día, para alivio de la mayoría de los estudiantes, Misi no pudo asistir a clases, y, como era viernes, nos mandó a decir que podíamos soltar los sapitos, porque no se podían quedar en el salón durante todo el fin de semana.
El trauma del sapo terminó ahí, y el próximo lunes ella nos informó que, como se había ausentado, lo del sapo se obviaría, llevándonos así unas láminas de los órganos internos de esos pobrecitos animales. Creo que no fui la única que se alegró de no tener que pasar por esa terrible experiencia.
El tiempo pasó y el destino me llevó hace 27 años a ser vecina de doña Carmen. Vi cómo envejeció con gracia, llena de una frágil vida y una coquetería eterna. Para mí, que es la anciana más linda que he conocido. De facciones suaves, hablar pausado y cadencioso, de una dulzura en sus gestos y una suavidad en su sonrisa y en su mirada, producida sin duda alguna de ese Cristo amado que vivía en su corazón y que la llenó de paz en sus últimos días. Al final, ya se olvidaba de quién yo era, y a veces me reprochaba si llegaba a mi casa y no la saludaba cuando estaba en el balcón. ´´¿ Cuándo llegaste de Estados Unidos, mija ?´´ ´´No, doña Carmen, yo no me he ido. Soy Diana, ¿ Recuerda ?´´´¡ Claro que te recuerdo ! Tú eres Diana, la que canta...¿ Ya no cantas ?´´ Siempre le decía a todos que yo había sido su discípula, y que cantaba bien lindo.´´Pero hace mucho que no me habla...´´ ´´Perdone, doña Carmen, usted, sabe, el trabajo...´´
Así, pasaron los años y ya no pudo sentarse más en el balcón a conversar con su fiel amigo y consuegro Andrés que pese a que también estaba enfermo la visitaba constantemente y ambos charlaban largamente en el balcón.
Hace unos días Andrés vino a verla, y se quedó un rato largo sentado en el balcón...tal vez pensando en aquellas largas charlas con su querida amiga, y sabiendo que ya no volverían a sucederse. Lo vi solo, triste, con su mirada perdida sumirse en sus pensamientos y no pude evitar sentir una honda tristeza. La tristeza que produce el saber que una vida llega al final de su existencia terrenal , aunque quede la certeza de un encuetro en la eternidad .
Anoche su frágil cuerpo dejó de existir a los 89 años de edad. Todos estaban con ella, sus hijos, sus nietos algunos vecinos y los hermanos de la iglesia. Se fue con la misma paz con la que vivió y pude notar que esa misma paz se derramaba por las lágrimas de su querido hijo Ramón.
La salita de la casa destilaba eso, paz...y nadie se atrevía a decir nada que pudiera perturbarla.
Fue triste ver cuando sacaron su pequeño cuerpo en la camilla, liviano, transparente, callado.Nadie dijo nada...se iba doña Carmen.
Me regresé tranquila a mi casa y pensé que ya estaría en el cielo con su amado esposo y su rostro sería nuevamente aquél de la novia hermosa que había en una foto de la sala.Me quedé tranquila al saber que su paz se quedaría flotando por la casa, calmando a sus familiares y amigos. ¡ Se fue doña Carmen ! Pero se quedará en nuestros corazones mientras vivamos. Dejó un legado de dulzura y cariño difícil de olvidar.
Gracias, doña Carmen, por todos los años que dedicó a sus discípulos.Por su buen humor y su sabiduría. Por haber sido tan buena vecina por tantos años.
En el cielo ya le dieron la bienvenida todos sus familiares amados. Jesús y los ángeles hicieron fiesta anoche.
...Y en el cielo pequeñito de los animales, muchos sapitos contaron sonrientes como Misis Banuchi, año tras año, y durante todo el tiempo que fue maestra de biología...¡ nuca asistió a clases el gran día de estudiar al sapo!
¡ Descanse en Paz, Dulce maestra !
El trauma del sapo terminó ahí, y el próximo lunes ella nos informó que, como se había ausentado, lo del sapo se obviaría, llevándonos así unas láminas de los órganos internos de esos pobrecitos animales. Creo que no fui la única que se alegró de no tener que pasar por esa terrible experiencia.
El tiempo pasó y el destino me llevó hace 27 años a ser vecina de doña Carmen. Vi cómo envejeció con gracia, llena de una frágil vida y una coquetería eterna. Para mí, que es la anciana más linda que he conocido. De facciones suaves, hablar pausado y cadencioso, de una dulzura en sus gestos y una suavidad en su sonrisa y en su mirada, producida sin duda alguna de ese Cristo amado que vivía en su corazón y que la llenó de paz en sus últimos días. Al final, ya se olvidaba de quién yo era, y a veces me reprochaba si llegaba a mi casa y no la saludaba cuando estaba en el balcón. ´´¿ Cuándo llegaste de Estados Unidos, mija ?´´ ´´No, doña Carmen, yo no me he ido. Soy Diana, ¿ Recuerda ?´´´¡ Claro que te recuerdo ! Tú eres Diana, la que canta...¿ Ya no cantas ?´´ Siempre le decía a todos que yo había sido su discípula, y que cantaba bien lindo.´´Pero hace mucho que no me habla...´´ ´´Perdone, doña Carmen, usted, sabe, el trabajo...´´
Así, pasaron los años y ya no pudo sentarse más en el balcón a conversar con su fiel amigo y consuegro Andrés que pese a que también estaba enfermo la visitaba constantemente y ambos charlaban largamente en el balcón.
Hace unos días Andrés vino a verla, y se quedó un rato largo sentado en el balcón...tal vez pensando en aquellas largas charlas con su querida amiga, y sabiendo que ya no volverían a sucederse. Lo vi solo, triste, con su mirada perdida sumirse en sus pensamientos y no pude evitar sentir una honda tristeza. La tristeza que produce el saber que una vida llega al final de su existencia terrenal , aunque quede la certeza de un encuetro en la eternidad .
Anoche su frágil cuerpo dejó de existir a los 89 años de edad. Todos estaban con ella, sus hijos, sus nietos algunos vecinos y los hermanos de la iglesia. Se fue con la misma paz con la que vivió y pude notar que esa misma paz se derramaba por las lágrimas de su querido hijo Ramón.
La salita de la casa destilaba eso, paz...y nadie se atrevía a decir nada que pudiera perturbarla.
Fue triste ver cuando sacaron su pequeño cuerpo en la camilla, liviano, transparente, callado.Nadie dijo nada...se iba doña Carmen.
Me regresé tranquila a mi casa y pensé que ya estaría en el cielo con su amado esposo y su rostro sería nuevamente aquél de la novia hermosa que había en una foto de la sala.Me quedé tranquila al saber que su paz se quedaría flotando por la casa, calmando a sus familiares y amigos. ¡ Se fue doña Carmen ! Pero se quedará en nuestros corazones mientras vivamos. Dejó un legado de dulzura y cariño difícil de olvidar.
Gracias, doña Carmen, por todos los años que dedicó a sus discípulos.Por su buen humor y su sabiduría. Por haber sido tan buena vecina por tantos años.
En el cielo ya le dieron la bienvenida todos sus familiares amados. Jesús y los ángeles hicieron fiesta anoche.
...Y en el cielo pequeñito de los animales, muchos sapitos contaron sonrientes como Misis Banuchi, año tras año, y durante todo el tiempo que fue maestra de biología...¡ nuca asistió a clases el gran día de estudiar al sapo!
¡ Descanse en Paz, Dulce maestra !
1 comentario:
Una historia hermosa, pero... ¡maldita sea los sapos!
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