martes, 5 de febrero de 2008

Jesús, el silencioso amigo...


Alguien una vez dijo que cuando estamos en completo silencio logramos comunicarnos con nosotros mismos. Me puse a pensar para qué puedo querer yo hablar conmigo misma, si constantemente estoy disparando pensamientos que hasta suelen despertarme de mis más profundos sueños.

Hice la prueba de todas formas, tratando de esperar una hora tranquila, de madrugada, cuando no hubieran ruidos que me interrumpieran.Había orado esa noche, un poco antes, le había hablado a Jesús, pidiéndole no sé qué cosa. No había recibido contestación.Entonces sucedió algo extraño: tratando de escuchar mi voz entre los miles de pensamientos cansados de mi activo cerebro,me pareció escuchar un susurro extraño, que no había escuchado antes.

¿ Nunca lo había escuchado ? Hice memoria... ese susurro...
Cerré los ojos aún más, como si con eso consiguiera borrar todo rastro de luz o ruido.
...Aquel susurro...Me vino a la memoria el recuerdo de una tarde,hace muchos años...Yo tendría unos diez años, mi abuelo había sufrido un derrame cerebral y fuimos con mis padrea a buscar al médico de familia que éstaba en su casa en la playa.Aunque no entendía la magnitud de lo que había sucedido, si podía comprender la angustia de mi madre.Temí por la vida de mi abuelo a quien adoraba. Estando en la playa mientras mis padres hablaban con el médico, me bajé para jugar con la arena.Sentí una pena inmensa de que mi abuelito muriera....Aquel susurro...entre el viento y el ruido del mar, pude escuchar una forma muy peculiar de silencio: el silencio de la paz de Cristo.Susurraba, sí, a mi oído y pude escucharle decir,´´Tranquila, que todo estará bien.´´ Y fue así, mi abuelito duró muchos años más junto a nosotros.
Por eso, aquella noche cuando escuché de nuevo el susurro silencioso que me tranquilizaba, entendí que nuevamente, después de tantos años, Jesús quería hablarme.
...Quise preguntarle, saber qué quería, pero entendí que lo quería todo, que no estaba pidiéndome, sino dándome su silencio y con eso, me regalaba su paz.Lo quería todo, darme todo, entenderlo todo, consolarme todo, regalarme todo, sanarme todo.
Al igual que cuando era pequeña, me susurraba al oído con su dulce silencio para decirme que estaba ahí, conmigo, siempre, incambiable, incondicional, interminable.
Seguí dejándome llevar por su silencio...y me quedé dormida.
Hoy, cuando pienso que estoy sola, que nadie me escucha, que no hay solución a los problemas ni cura para el dolor de vivir día a día en un mundo tan complejo, me basta con detenerme y escuchar el tierno silencio del amigo Jesús que me dice siempre ´´Tranquila, que todo estará bien.´´

1 comentario:

Profa. Elsie J. Soriano Ruiz, EdD dijo...

Lo que acabo de leer es tan hermoso que sólo puedo escribirte esto, pues las lágrimas nublan mi vista. Eres extraordinaria. Por eso te quiero tanto...