lunes, 8 de agosto de 2011
Adiós, comadre...
Hoy te dejé ir, mi Queeny linda. Para que, más allá del arco iris vuelvas a ser joven, a correr como antes, a ser feliz. ¡Mi comadre Queeny, mi vecinita Queeny! Gracias por tantos años de compañía y amistad pura. Quiero que sepas que no me arrepiento de haber saltado la verja por 9 años para darte comida. No me arrepiento de haberte traído al fin a la casa. Si tuviera que volverlo a hacer, lo haría con gusto mil veces. No puedo seguir, estoy muy triste. A ver cómo me acostumbro a llegar y no encontrarte, a no escucharte raspando tu casita en las noches. ¡Y esas fiestas todas las mañana jugando con Cabito! A ver cómo le digo que no estarás más, que su madre postiza jamás volverá al patio a jugar, que sus noches serán solitarias de ahora en adelante. A ver cómo me acostumbro a un solo platito de comida en el balcón, a una sola casita en la esquina. Te quedas, lo sé, en todos los recuerdos. En tu sillita blanca que estará en el balcón hasta que yo muera. Te quedas en mí hasta el final. Adiós perrita refunfuñona...no me olvides tú...¡nos veremos allá!
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